Empezamos
nuestro viaje…
Llegamos
a Rumanía, este interesante país de mitos y leyendas, en el que Drácula forma
parte del día a día. Un país en el que la unión entre pasado y presente está
visible, palpable en cualquier rincón, en los cuatro puntos cardenales.
Este
país del sur este de Europa, en la frontera con el Mar Negro, tiene frontera
con Hungría, Serbia, Ucrania, Moldavia y Bulgaria. Tiene una población de 19,5 millones de habitantes.
Nada
más llegar a su frontera nos recibe un paisaje típico mediterráneo, con una
naturaleza exuberante, montañas y ríos por dondequiera que miremos. El verde es
nuestro compañero de viaje y la amabilidad y cercanía de sus gentes como la
mejor energía para querer permanecer durante largo tiempo.
Nuestra
primera parada es para degustar uno de sus manjares típicos: el sarmale, consistente
en un rollito relleno de carne, acompañados por la marmaliga que es una masa de
maíz además del toque picante, la guindilla, para entrar en calor, ya que este plato
típico se suele comer por nochebuena y por estas zonas el frío es latente, sobre
todo en las largas noches y llenas de nieve.
Lo
primero que nos sorprende es que la mayoría de los restaurantes son
tradicionales, se sirven de materias primas de la zona y eso, a día de hoy, es
de valorar porque nos acerca más el lugar por el que pasamos, no sólo visualmente,
sino por todos los sentidos, el del olfato y el gusto, los que más se deleitan.
Tuvimos
la oportunidad de hablar con una anciana que nos estuvo relatando las vivencias
típicas de Rumanía en las diferentes festividades, y de contarnos que la
religión que se profesa mayoritariamente es la católica ortodoxa.
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